Pablo estaba terminando los preparativos para la celebración más importante de su vida: su boda. Se puso gemelos con diminutos diamantes, ajustó el prendedor dorado en su corbata. El abogado de 30 años, Paulo Chegavadze, lucía impecable. Con sus ojos oscuros y cabello negro, era un hombre guapo con rasgos faciales bien definidos y una mandíbula marcada. El ilustre apellido principesco lo heredó de su padre georgiano, Jorge, quien dejó a su joven esposa Dolores y a su hijo poco después del nacimiento del niño. Los padres del príncipe de la época soviética se consideraban un partido prestigioso y desde el principio se opusieron a la elección de Jorge. Sin embargo, a pesar de su inmenso amor por su madre y respeto por su padre, el hijo mantuvo su posición y, sin la bendición de sus padres, siguió su propio camino.

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