Llegan a la frontera entre México y Estados Unidos exhaustos por el estrés del viaje hacia el norte, con mochilas que contienen ropa de reserva y el dinero y los teléfonos que no les han robado delincuentes o cárteles por el camino.
Al igual que los cientos de miles de personas a su alrededor que también han caminado semanas para llegar a Estados Unidos, les mueve la desesperación por escapar y empezar una nueva vida, a pesar de la incertidumbre de lo que hay al otro lado.
Pero estos migrantes huyen de la segunda economía del mundo y de una superpotencia en ascenso.
En un reciente día de invierno, decenas de ciudadanos chinos esperaban en distintos campamentos improvisados diseminados por las afueras de San Diego, California, justo al norte de la frontera con México.
Abrigados con sudaderas y chaquetas, se agrupan en torno a fogatas mientras ellos, y otras personas que se encuentran allí, cuentan el tiempo que falta para que los agentes de control fronterizo estadounidenses se los lleven para procesarlos, y lo que esperan que sea el comienzo de sus vidas en Estados Unidos.
Estas llegadas forman parte de una nueva y asombrosa tendencia. En los primeros 11 meses de 2023, más de 31.000 ciudadanos chinos fueron detenidos por las fuerzas de seguridad al cruzar ilegalmente a EE.UU. desde México, según datos del gobierno, en comparación con una media de aproximadamente 1.500 al año durante la década anterior.
La cifra sigue siendo muy inferior al número de personas procedentes de la región, como México, Venezuela y Guatemala, y no son los únicos procedentes de otras partes del mundo. Pero la afluencia de personas procedentes de China que realizan esa travesía pone de relieve la urgencia que muchos sienten ahora por abandonar su país natal, incluso en medio de lo que el líder Xi Jinping ha afirmado que es un "rejuvenecimiento nacional".
Muchos de los que se fueron señalan una lucha por sobrevivir.
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