Algunas de las enseñanzas más memorables del Salvador fueron en forma de historias sencillas llamadas parábolas. Estas eran más que anécdotas interesantes sobre objetos o acontecimientos cotidianos. Para los que estaban espiritualmente preparados, las parábolas contenían verdades profundas acerca del Reino de Dios. Una de las primeras parábolas registradas en el Nuevo Testamento es la parábola del sembrador (véase Mateo 13:3–23), la cual nos invita a examinar nuestra disposición a recibir la palabra de Dios. “Porque a cualquiera que recibe, se le dará y tendrá más”, declaró Jesús (Traducción de José Smith, Mateo 13:10 [en Mateo 13:12, nota a al pie de página]). Por tanto, al prepararnos para estudiar las parábolas del Salvador, o cualquiera de Sus enseñanzas, haremos bien si empezamos examinando nuestro corazón para determinar si a la palabra de Dios le estamos dando “buena tierra” (Mateo 13:8) donde pueda crecer, brotar, florecer y producir frutos que nos bendecirán a nosotros y a nuestras familias en abundancia.
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