#Enduro #Travesía #Motos
"Sus interminables galerías oscuras y silenciosas en medio de la montaña evocan la “fiebre” del tungsteno, un mineral muy codiciado por las potencias europeas por su uso en la industria armamentista, cuando estaban enfrascadas en sus guerras mundiales.
Los ecos de las voladuras con dinamita y el silencio sepulcral posterior aún anidan en la memoria de algunos ancianos que, de niños, correteaban por estos cerros, al sur del valle de Calamuchita. A pico y maza se extraía de la veta de la roca. El tungsteno es un mineral de extrema resistencia que no abunda en la superficie terrestre, lo que acrecentaba su valor.
La mina de San Virgilio, ubicada en las Sierras Grandes, al filo del límite con San Luis, es hoy un fantasma de lo que fue en aquellos años dorados de la minería.
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En San Virgilio quedan los largos túneles con sus vías y “zorras” abandonadas. Quedan también, como testigos perdidos en el tiempo, el esqueleto de la proveeduría que abastecía a las familias de los mineros, un generador de energía, los albergues de los trabajadores y lo que fue la administración. Algunos espacios parece que hasta ayer fueron habitados: camas en habitaciones con paredes descascaradas, una cocina con alacenas entreabiertas, una heladera con un imán y antiguas botellas de aceite de vidrio en su mesada. Galpones y herramientas de trabajo dispersos por el predio completan la imagen.
A diferencia de Pueblo Escondido, que fue reconvertido con fines turísticos, San Virgilio está abandonado. El vandalismo de algunos visitantes sumó deterioro. Pero conserva encanto, misterio y oportunidades para ser un sitio atractivo para que los que buscan “otra cosa” en las Sierras.
Llegan, por sus medios, visitantes de a pie, a moto, a caballo o en vehículos todo terreno. No hay promoción ni atención. Pocas indicaciones además: sólo el boca a boca ayuda a orientarse.
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No hay carteles indicativos para llegar a San Virgilio. Desde Río de los Sauces (a 20 kilómetros de Berrotarán), hay que recorrer 35 kilómetros de ripio, hacia el oeste. Se cruza dos veces el río Guacha Corral, hasta el paraje Rodeo de los Caballos y su escuelita rural. Desde ahí, es sólo para caminata, caballo, moto o camioneta. Cerca, una bifurcación deriva a la derecha hacia cerro Áspero y a la izquierda toma el camino de unos seis kilómetros (dos horas a pie) hasta San Virgilio."
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