A mediados de los años 60 la aviación entra en la batalla por tener las máquinas supersónicas más rápidas, y en medio de esta batalla, también la carrera por presentar el primer avión de pasajeros supersónico.

Rusia, Europa (Francia/Inglaterra) y Los Estados Unidos comienzan una batalla por desarrollar antes una máquina capaz de romper la barrera del sonido y eliminar tiempos y distancias a base de velocidad. EEUU se cae de la puja el primero, entre problemas políticos, técnicos y económicos.

Pero el consorcio francoanglosajón y Rusia siguen su carrera. Los rusos, con el TU-144, los europeos con el Concorde. Cuenta la leyenda que Rusia andaba desesperada por robar los planos del Concorde (el parecido es innegable), y que conocedores de ellos, en una astuta estratagema les filtraron unos planos y cálculos premeditadamente erróneos.

La carrera por la aviación civil supersónica estuvo llena de gastos disparatados y accidentes. Todo cambió el día en que ambos aviones, antes de entrar en servicio, se enfrentaron cara a cara en una exhibición en París.

Esta es la historia del TU-144, el Concorde ruso cuya vida e historia fue bastante más breve y trágica que la del mítico avión europeo.

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