No conforme con haber sido emperador del Imperio romano durante casi dos décadas en la segunda mitad del Siglo II después de Cristo, Marco Aurelio consta además como una de las figuras más representativas de la filosofía estoica. Por ende, he creído oportuno traer al canal algunos de los pasajes más reveladores de su obra literaria más notoria: Meditaciones. A grandes rasgos, allí encontraremos reflexiones acerca de temas tan diversos como la condición humana, la vida, la muerte, el universo, la creación, la moralidad, la fortuna, los valores, etc. A priori, cualquiera podría pensar que, debido a su antigüedad, se trata simplemente de un manuscrito desfasado por el correr de las manecillas. Nada más lejos de la realidad, los principios que el afamado soberano esbozó en los doce tomos que componen este libro gozan de una considerable aplicabilidad en el mundo contemporáneo. Empero, ¿qué secretos se esconden detrás de estos valiosos documentos?
⌚ Línea temporal:
00:00-01:59 - Introducción
01:59-05:19 - Sobre el alma libre.
05:19-11:22 - Sobre la función del hombre.
11:22-17:52 - Sobre la preparación hacia la muerte.
17:52-23:30 - Sobre la vulnerabilidad humana.
23:30-27:05 - Sobre la adaptación de los juicios.
27:05-28:23 - Conclusión.
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Marco Aurelio alega que proceder como ente racional es la causa final del ser humano, esto es, el fin o propósito que le caracteriza. Esta visión trae consigo una pincelada aristotélica con respecto a la ética de la virtud: una corriente que considera a los rasgos internos de carácter virtuoso – en contraposición a los viciosos – como el epicentro de la moral. Nótese que esta posición ética contrasta con la deontología – i.e., la moral surge de los imperativos – y el consecuencialismo – i.e., la moral depende de los resultados del acto. Presten atención al siguiente fragmento de Ética a Nicómaco: “La excelencia de un objeto o sujeto implica potenciar aquellos atributos que hacen de ese objeto o sujeto bueno para que funcione correctamente. Por ejemplo, la excelencia de un ojo se basa en su condición para ver bien; la de un caballo, en su capacidad para galopar, llevar a su jinete y enfrentarse al enemigo. Del mismo modo, un ser humano es excelente cuando desempeña adecuadamente la función que le caracteriza como tal: usar su intelecto”. Es precisamente el conjunto de procesos cognoscitivos que dan pie al tratamiento eficiente de la información – véase, asociación, interpretación, lenguaje, etc. – lo que posibilita que la capacidad cooperativa del sapiens alcance dimensiones desconocidas con respecto a otras especies. Y es que la participación en la vida colectiva resulta de vital importancia para Marco Aurelio: «Si la inteligencia nos es común, también lo es la razón y, por aplicación directa, aquella que ordena lo que debe hacerse o evitarse. Concedido eso, también la ley nos es común, lo cual nos convierte en ciudadanos; y, como participantes de una ciudadanía, el mundo puede concebirse como una ciudad». En definitiva, la naturaleza del hombre es la de un animal racional y social. De ahí que virtudes éticas como la justicia, la libertad, la sobriedad, la moderación, la honestidad, la vivacidad, la empatía y el honor sean ensalzadas por el filósofo romano: resaltan la condición natural de un ente que piensa y, en adición, piensa acerca de su pensamiento; en términos coloquiales, un ser que piensa dos veces las cosas. Cuando un alma se agravia al caer en el vicio por las razones previamente mencionadas, la consecuencia directa es que se desliga de su parte más esencial para convertirse en un receptáculo concupiscible. Abandonar la razón tanto por cuanto vicios como la pereza, la envidia, la soberbia o la hipocresía lleven la batuta en las decisiones del individuo no sólo supone deslealtad hacia los demás por no haber contribuido al bienestar comunitario – o haberlo hecho, pero muy por debajo de sus posibilidades –, sino también una traición hacia sí mismo por negar el fundamento y propósito de su naturaleza. En otras palabras, el hombre pierde la cualidad que le impulsa a actuar rectamente y cumplir con sus deberes morales: el honor.
