Corea del Norte se prepara para su séptimo ensayo nuclear, el primero desde las negociaciones del dictador Kim Jong-un con el ex presidente de Estados Unidos Donald Trump, en 2017. Las imágenes de satélite analizadas por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA, su sigla en inglés) revelan actividades en varias galerías subterráneas del centro de pruebas norcoreano. Los informes apuntan a que el espacio de pruebas ubicado al noroeste de Pyongyang, cerrado desde 2018, ha pasado por la construcción de nuevos edificios y la reparación de su infraestructura.
El país, que está aislado por la pandemia desde 2020, ha ignorado las ofertas para retomar el estancado diálogo con la comunidad internacional y aprobó el año pasado un plan de modernización armamentística que está detrás del número récord de lanzamientos de misiles que ha hecho este año. El nuevo test atómico norcoreano es un regreso al punto de partida de las negociaciones occidentales, un reflejo de la incapacidad de Occidente de controlar las ambiciones de Kim Jong-un. “Un caso de éxito y de fracaso, de política, de política occidental. De fracaso porque Corea del Norte ha conseguido desarrollar su arma y porque demuestra el precio que un país tiene que pagar para enfrentar”, apunta el director de ESADE Geo, Ángel Saz-Carranza.
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