LA HISTORIA DE VOLTERRA
Recorrido carreteras bordeadas
de cipreses a través de dilatadas colinas donde la tierra se extiende, como mar solitario y cretáceo, hasta donde llega la mirada, desde lejos va vemos recortarse contra el horizonte el perfil medioeval imponente y austero de Volterra: una selva de casas, torres y campanarios ceñidos en un abrazo protector de sus desafiantes murallas, como si quisieran evitar que la ciudad precipitara en los profundos barrancos que la rodean.
La historia de Volterra se remonta a tiempos inmemoriales: sí, porque la ciudad medioeval se encuentra sobre los últimos restos de la etrusca
Velathri, que a su vez se construyera sobre el área de un asentamiento de época villano-viana (siglos IX-VIII a.C. ). La antigua cultura villanoviana se caracterizaba por algunos ritos funerarios, como el de recoger las cenizas de sus difuntos en urnas cinerarias bicónicas de arcilla, a menudo decoradas con líneas y esvásticas, con grabados, y cubiertas de una escudilla con función de tapa-dera. Disponían estas urnas en tumbas de pozuelo excavadas en la blanda roca de toba, acompañándolas de un ajuar compuesto de unos pocos objetos de adorno o de uso perso-nal: fibulas, brazaletes, collares, espadas, puntas de lanzas, bocados de caballos y alguno que otro vaso ritual. La documentación arqueológica con que se cuenta, muestra la estructura económica y social villanovia-na. Se trataba de una sociedad organizada de manera tribal, igualitaria y con una actividad artesanal marginal, si se exceptúa la metalurgia que parecería bastante desarrollada. La base económica era agrícola, como lo demuestran el tipo de asentamiento y el hallazgo de instrumentos para la molienda de los cereales. A comienzos del
siglo VIII a.C. con las primeras llegadas de navegantes griegos y fenicios, se asiste a un progresivo cambio en las estructuras sociales del mundo villanoviano que, de sociedad esencialmente igualitaria se transforma en una sociedad dividida en clases, con una jerarquía emergente mucho más rica que progresivamente irá adquiriendo medios más conspicuos (como se deduce de la mayor riqueza que presentan algunas tumbas con respecto a las demás)..
Durante casi tres siglos, del VIII al VI a.C., Volterra se mantuvo apartada y vivió culturalmente como una isla que absorbía y elaboraba los influjos de la costa y de los otros centros según las exigencias locales. La tradición literaria romana narra que Populonia y las poblaciones costeras habrían estado dominadas por Volterra, pero ésta no es la realidad. Mientras las vecinas ciudades a orillas del mar se ocupaban de actividades marítimas, siderúrgicas y relativas a la extracción de mi-nerales, el resto de los habitantes de la región desarrollaban sólo actividades agrícolas. En efecto, las tumbas del siglo VIII a.C. revelan una persistencia de usos villanoviana en el mismo período en que las ciudades marítimas adquirían nuevas riquezas culturales que refluían en la cultura de tipo oriental.
Si bien la presencia villanoviana en Volterra esté demostrada por las necrópolis alrededor de la colina, en especial la de Badia y la de Guerruccia, en líneas generales sólo existe una documentación fragmentaria sobre la vida que se desarrollara en este lugar antes del siglo IV a.C., probablemente porque los desprendimientos de tierra, provocando el hundimiento parte de las laderas occidentales de la colina, destruyeron las necrópolis arcaicas.
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