PATRIA.
¿Qué es lo digo cuando digo Perú? ¿Qué imágenes pueblan esta entrañable comunidad imaginada? Me pregunto a lo largo de mis edades. Entre las repuestas surge una multitud de rostros, cercanos o lejanos, rostros de todos los colores. Rostros familiares, rostros de amigos, conocidos, personas con las que recorrí algún tramo de camino. Aparecen rostros y vidas con los que solo me cruzo en alguna calle, en alguna ciudad, en algún punto visitado. Voces entonando variadas líneas melódicas del idioma compartido y voces de otras familias lingüísticas que lamento no conocer pero en las que adivino el regocijo o la insatisfacción, la ira o la calma.
Territorio de flora y fauna de exagerada diversidad. Patria de las flores silvestres, hijas de un delicado tejido de ecosistemas, donde destaca, entre otras, la orquídea, con tres mil especies, y ni qué decir de las variedades de tubérculos, hortalizas y frutos. Un país con más aves que todas las registradas en Norteamérica y Europa juntas; país adonde llega gente de los más alejados lugares para observar las mariposas, que según los investigadores pueden llegar a 4,200 especies; 32 variedades de primates, 33 especies de mamíferos marinos, hogar de camélidos andinos.
Costas que regalan atardeceres de lujo, alturas que humedecen los ojos con su magnificencia de verdes y azules, ríos tornasolados, pueblos encantadores. Paisajes de nuestro extenso territorio que dejan el alma en vilo, muda y agradecida ante por su excesiva hermosura.
Por ejemplo, he bendecido el amanecer frente al mar, los crepúsculos histriónicos y las altas luces nocturnas, en distintos puntos de nuestro largo litoral; he visto los colores del Callejón de Huaylas, con retamas en las manos y deslumbrada, al borde de sus lagunas; he recorrido gozosa de sol el Valle Sagrado de los Incas, los valles de la sierra central, las pampas ayacuchanas o la campiña arequipeña. Mi memoria guarda alguna tarde surcando el Amazonas, contemplando absorta los cambios de color de sus aguas que se transforman en oro poco antes que la oscuridad pueble de poderosos sonidos el espacio. Me he llenado los ojos de cielo en diversos parajes. Y en silencio, me he repetido es bella mi patria.
Necesitamos, padre, menos belleza y más sabiduría, dijo, dice, el poeta Juan Gonzalo Rose.Pero si repasamos las diversas manifestaciones hechas arte, pensamiento, altas cumbres de creatividad y talento (la lista de nombres sería muy extensa); originalidad precursora en infinidad de campos; inventiva en muchos terrenos, espacios patrimonio de la humanidad, etc., encontramos una antigua y presente sabiduría hecha mestizaje y esfuerzo cotidiano que nos enorgullece y compromete.
Acontece, sin embargo, que al volver los ojos a las condiciones de vida cotidiana, herederos de múltiples aportes culturales y habitantes de una hermosa geografía, también es cierto que nos sentimos retados por urgentes reflexiones. Por una exigencia de búsqueda de sentido en medio del caos.
Un país grande y hermoso y una escandalosa pobreza de representatividad. Serios problemas todavía nos desafían en nuestra conflictiva realidad. Necesitamos reconocernos en nuestra dignidad intrínseca más allá de las particularidades. Necesitamos alcanzar una sociedad de ciudadanos responsables, concientes de derechos y obligaciones. En este punto, el caudillismo y su contrapartida la sumisión y hasta el beneplácito ante las tiranías se constituyen en un serio problema nacional. La actual representación política, con muy escasas excepciones, da lástima.
Necesitamos instituciones que coloquen a la persona y al bien común como centro de toda actividad. Necesitamos autoridades -o personas que aspiren a serlo- que den ejemplo (y no solo discursos) de moralidad y de ejercicio honesto de los cargos. Una sociedad democrática no se construye sobre la impunidad. Necesitamos impulsar la capacidad de discernimiento que convierta en inútiles y obsoletas las manipulaciones de conciencia en uno u otro sentido.
Tenemos un país lleno de posibilidades si se reconcilia con su hechura múltiple y se enorgullece de su diversidad. En él todos debemos cultivarnos en el respeto a las diferencias y la madura responsabilidad de sujetos libres, dispuestos a vivir y fructificar en él. Diverso y uno, el Perú puede ser hogar en el que todos encontremos un lugar bajo el sol donde edificar nuestros mejores sueños.
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