El lenguaje es la capacidad de poder establecer comunicación mediante signos, ya sean orales o escritos. De esta manera, el lenguaje presenta muchísimas manifestaciones distintas en las diversas comunidades que existen en nuestro planeta. Estas manifestaciones son lo que conocemos por lenguas o idiomas, como el español, el inglés o el francés. No sería correcto hablar, por tanto, de “lenguaje español” o de “lenguaje francés”.
Por otro lado, la lengua es, como hemos dicho, un sistema de signos que los hablantes aprenden y retienen en su memoria. Es un código, un código que conoce cada hablante, y que utiliza cada vez que lo necesita. Este código es muy importante, pues el hecho de que todos los hablantes de una lengua lo conozcan permite que se puedan comunicar entre sí.
Y, entonces ¿qué es el habla? Es la plasmación de lo anterior, la realización física de ese código o lengua que conoce toda la comunidad lingüística. Es un acto singular, por el cual una persona, de forma individual y voluntaria, cifra un mensaje concreto, eligiendo para ello el código, los signos y las reglas que necesita. Dicho de otra manera, es el acto por el cual el hablante, ya sea a través de la fonación (emisión de sonidos) o de la escritura, utiliza la lengua para establecer un acto de comunicación. El habla está sometida a distintos factores que la dotan de este carácter único: variedades geográficas (dialectos: canario, andaluz…), variedades sociales (sociolectos: clase social, educación, profesión…) y variedades situacionales (dependiendo del contexto).
Entre la lengua y el habla se establece una especie de estrato intermedio que los lingüistas entienden como “norma”. La norma es lo que nos impide emplear algunas formas lingüísticas que, ateniéndonos a la lógica de la lengua, podrían ser correctas. Ocurre cuando un niño dice “andé”, en lugar de “anduve”, de la misma manera que diría “jugué”, “miré” o “canté”. Este tipo de normas tiene un origen histórico y, así consideradas, no constituyen ninguna irregularidad. La norma impone desvíos en determinados aspectos de la lengua que todos aceptamos, pero el hablante no tiene por qué conocerlos en un principio y por eso es tan común que, entre los que están aprendiendo, surjan este tipo de errores.
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