Hay dos mitos según los cuales el paradigma y el movimiento de la neurodiversidad niegan que el autismo sea una discapacidad y, además, se opone a los apoyos para los autistas "severos".
El paradigma de la neurodiversidad nunca ha negado que el autismo sea una discapacidad. De hecho, la neurodiversidad como teoría se concibe a partir del modelo social de la discapacidad.
Lo que argumenta es que el autismo como discapacidad no está tanto en la persona en sí como en el entorno que la rodea. El modelo de la patología sitúa la discapacidad en el individuo el cual es visto como deficiente en relación con lo "normal". En el modelo social, y en el de la neurodiversidad, la persona tiene impedimentos que se convierten discapacidad debido a las barreras del entorno.
Tampoco niega los apoyos necesarios para quienes tienen mayor necesidad de ellos. Pero cuestiona el uso de etiquetas funcionales para describir las necesidades que se presentan. Señala que "severo" tiende a eliminar la presunción de competencia, las capacidades que sí puede manifestar la persona; "leve" tiende a obviar la discapacidad que puede presentarse. Ambas etiquetas generan un fuerte estigma.
Además, el autismo es una discapacidad dinámica: una misma persona puede parecer "leve" en unos contextos y "severa" en otros.
El paradigma y movimiento de la neurodiversidad señala que para tiene más sentido hablar en términos de mayor/menor necesidad de apoyo que de severo/leve.
Estas distinciones no son mera corrección. Nuestro lenguaje orienta nuestras actitudes hacia los demás. Puede predisponer positiva o negativamente; puede llevarnos al reconocimiento o la vergüenza; a la ayuda o al rechazo. Y, sobre todo, puede estigmatizar a quienes requieren ser vistos desde la dignidad de sus derechos.
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