Nacidos de la ti erra y la imperfección del suelo. Criados en pozos y charcos. Vestidos con zapatillas desgastadas.
El enganche argentino es una posición que se replicó en pocas otras partes del mundo. Ubicado entre mediocampistas y delanteros, es el nexo entre líneas, el conector, el armador de juego.
La posición, poco identificada con la marca, precisaba de algunos requisitos innegociables: saber jugar muy bien de espaldas al arco, tener buena recepción y control y, por supuesto, contar con una técnica que ayude a dominar las diferentes situaciones de un partido.
Es un estilo de juego opuesto a la explotación de lo físico. Aunque representantes como Maradona o Aimar supieron hacer diferencia por su velocidad o potencia, la 10 y el enganche se enmarcan más en la tradición de que el pie puede borrar cualquier limitación física. Bochini es el gran ejemplo. Riquelme, su continuador.
Con el adiós de Riquelme, el enganche se extinguió. Hoy solo es un recuerdo romántico, histórico y melancólico de un grupo de jugadores que representaron una forma de jugar. Única. Irrepetible.
